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Tantra :: Lost in Translation

And I went to India because I wanted to experience the only ancient, continuous civilization in the world.”

Douglas Brooks


Cualquier cosa a la que le pongas detrás el adjetivo “tántrico” queda automáticamente cargada de misterio y evoca mundos exóticos y secretos.

Y con razón.

Me acuerdo de mí misma hace un tiempo, hacia la mitad de mi andadura como profe de yoga. Llevaba años dando clases y había sido alumna en varias formaciones de profesores, dentro de diferentes estilos. Pero seguía sin saber qué era el tantra. Pensaba que se trataba algún tipo de práctica pseudo-yogi. Una ensalada new-age de chakras, kundalinis y Kama Sutras.

Supongo que a muchas os pasa parecido.

Voy a dejaros aquí algunas líneas que os ayuden a ubicar un poco mejor el término, y quizá daros pie a que comencéis vuestra propia investigación sobre el tema.

Este es el primero de tres artículos donde voy a hablaros sobre tantra. En él paseamos un poco por su historia, vemos los puntos básicos que definen las practicas tántricas tradicionales y las más subversivas, y tratamos de traducir todo ello a nuestro mundo.

la parada de los monstruos

Adoran ídolos groseros, monstruos, la linga (sic.) y otras figuras indecentes y multitud de objetos grotescos, deformes y espantosos.” M. A. Sherring, 1800, sobre Varanasi.


La ciudad es un inmenso museo plagado de ídolos – y todos son groseros, deformes y feos. Me asedian en mis sueños por las noches, como una horda salvaje de pesadillas.” Mark Twain, también sobre Varanasi, 1896.

El desconocimiento que hay en el mundo del yoga sobre el tantra tiene su reflejo directo en la forma en que el mundo académico y los intelectuales europeos se han acercado al hinduismo.

Los estudiosos del hinduismo occidentales han estado, desde el comienzo (y hasta hace nada), influidos por muchos prejuicios emocionales. Al describir cualquier cultura que no fuera la cristiana, lo que buscaban eran argumentos para confirmar su supremacía religiosa y política.

Sin contar con que los propios académicos de la India del siglo XIX y principios del XX, también estaban abrumados por un complejo de inferioridad causado por la subyugación colonial. Su forma de describir el hinduismo tiene un enfoque cristocéntrico, deseoso de complacer al Imperio (británico) y a Europa.

Acercarse al tantra, con su desfile interminable de diosas y dioses, significaba para los indólogos entrar en un mundo lleno de monstruos: personajes de color azul, con tres ojos, con cuatro brazos, con cabezas de elefante… Falos de todos los tamaños, colores y sabores. Diosas desnudas con colmillos y calaveras. Piercings y rastas por doquier.

Desde su imaginario cristiano, lo que encontraban en India se parecía demasiado a un freak show o una rave como para tomárselo en serio. Demasiado bizarro como para pensar en ello como algo sagrado. Demasiado sangriento como para que pudiera tener que ver con algo espiritual.

¿Te lo imaginas?

Tras ese primer impacto, la enseñanza del yoga en occidente se centró sobre todo en la espiritualidad de India desde un punto de vista abstracto. La receta más extendida es una mezcla de Yoga Clásico (Patanjali), Advaita Vedanta (Sankara), y una pizca de Upanisads.

El mito por lo general aparece solo con la Bhagavad Gita y su conversación inmortal entre Arjuna y Krishna. Y se deja asomar en el contexto de algún kirtan: cantamos un rato a Ganesha y los obstáculos se desvanecen. O algo así.

Pero lo sagrado, lo serio se mantiene al gusto occidental: blanco y puro. Alejado del mundanal ruido. Inasible. Invisible. Intocable.

Así, el tantra, y particularmente su expresión conectada al culto a la diosa, se rechaza. Presenta demasiados retos a nivel moral y espiritual, no cabe en la cuadrícula occidental, a nuestra mente le cuesta asimilarlo.

Y en el otro extremo, se abraza a ciegas en su faceta más erotizada. Que es en lo primero que uno piensa cuando oye la palabra tantra. Quizá porque la gente necesita compensar de algún modo la represión de todo lo sensual tan característica de las religiones patriarcales.

Así, la filosofía del yoga nos llega en una vertiente muy estrecha, limitada y rígida.

Y los yogis nos encontramos con la Primera (pero no última) Gran Paradoja: ¿por qué nuestra flexibilidad física acaba siendo tantas veces inversamente proporcional a nuestra flexibilidad mental?

un camino sin atajos

Tantra es una revolución en el pensamiento hindú. Lo mires por donde lo mires, es esencial para comprender el hinduismo. Y es un camino que merece la pena ser descubierto si estás embarcado en el camino del yoga. Allí donde encuentres grandes autopistas y bulevares, llenos de farolas y letreros indicándote por dónde ir y qué pensar, tendrás menos oportunidades de encontrarte a ti misma. Escuchando palabras “sabias” y repitiéndolas como un loro, no encontrarás tu voz. Seguir a ciegas un dogma es la opción más fácil. Pero no funciona.

Tantra es un camino un poco más complicado. Es un bosque, una selva. Enmarañada. Igual que en el mundo del mito, la luz ya no es directa, viene tamizada entre las hojas de los árboles. Fragmentada. Luces y sombras se entremezclan. Nada es evidente. Nadie te va a decir con claridad haz esto o haz lo otro. Vas a encontrar mapas de ruta, pero tu camino es solo tuyo.

historia del tantra en un suspiro

Definir el tantra es un tema complejo, imposible de resumir en un artículo. Por eso voy a centrarme en comentarios de Wendy Doniger y Douglas Brooks, ambos académicos de renombre internacional por sus estudios sobre filosofía, mitología y tradiciones de India, y Sally Kempton, escritora y profesora de meditación.

El tantra tiene su inicio en algún momento entre los siglos VI y VIII, tanto en el budismo como en el hinduismo.

Los textos que se presentan a sí mismos como Tantras son textos que comienzan a aparecer escritos en sánscrito alrededor del s. IX. Materializan una serie de ideas que ya comenzaban a estar presentes en los Puranas (la tradición mítica) y también en prácticas yóguicas, ascéticas, eróticas, chamánicas y alquímicas. Brutal la mezcla, ¿no?

En el siglo XI, en un ambiente cultural floreciente, esta mezcla explosiva gana popularidad y comienza a influir de forma palpable en el hinduismo mainstream. Rituales orgiásticos, la promesa de superpoderes y de la inmortalidad… Aunque muchos rituales tántricos tenían lugar en lugares secretos y remotos, estas prácticas eran conocidas por todos, y no eran ni tan marginales ni tan subversivas.

Y al mismo tiempo, en otra vertiente, los Tantras comienzan a estar muy influidos por el espíritu devocional: bhakti.

A este colage se añadió un creciente sentimiento anti-brahmin y el reciclaje de algunos rituales védicos. Y su apertura a practicantes hasta entonces considerados “impuros”: las mujeres y los shudras.

tirando del hilo: prácticas tántricas

Tantra en sánscrito significa literalmente “telar”: son los hilos colocados de forma longitudinal en un telar. Su etimología suele referirnos también a sus raíces tan- (estirar, expandir) y tra- (guardar). Es un tejido complejo, un compendio de ideas y visiones.

Con las prácticas tántricas se intentaba expandir las posibilidades de liberación y empoderamiento en la Kali Yuga, la Era Cósmica más degenerada y compleja desde que el universo es universo. Tiempos difíciles exigen medidas extremas. Tantra se convierte en la respuesta a una pregunta: ¿cómo podemos convertir la Kali Yuga en una experiencia de empoderamiento?

La práctica tradicional tántrica se definía a través de una búsqueda sistemática de prosperidad en la vida cotidiana, hasta alcanzar la liberación final. Incluía:

  • mantra (sonidos sagrados)

  • mudra (gestos-sellos)

  • nyasa (identificación con deidades)

  • meditación y contemplación

  • puja (complejas prácticas de rituales)

  • diksa (iniciación a través de un maestro)

Por otro lado, las prácticas que tanto chocaban (y siguen chocando) al personal son las llamadas Cinco M: madya (vino), mamsa (carne), matsya (pez-pescado), mudra (harina/grano fermentado) y maithuna (intercambio sexual).

Estas cinco Ms tienen otras variantes, como las Cinco Joyas, según la que se practicaba la ingesta de fluidos corporales (semen, orina, heces, sangre menstrual y flema). Haciéndolo trataban de subvertir la radical división de pureza-impureza que caracteriza el hinduismo, y dar rienda suelta a todo lo prohibido.

Estas prácticas pertenecían a las tradiciones de la mano izquierda (opuesta a su lógica mano derecha, más convencional en sus gustos gastronómicos y rituales). Y muchas veces se trata de justificar alegando que “nadie se tragaba nada”, que solo se trataban de visualizaciones y meditación.

Y esto sí que a estas alturas no se lo traga nadie: los rituales sexuales y los sacrificios de sangre eran reales, y eran practicados por muchas sectas.

¿A qué viene tanto ruido?

Cada cosa tiene su momento. Y el tantra hoy requiere una reinterpretación adaptada a nuestro mundo y nuestra época.

Tantra surge como respuesta y reacción. El mundo de los Brahmines, su noción de orden, de dharma, del drástico determinismo del karma, pretende marginar todo aquello que lo cuestiona e interrumpe. Crea dicotomías imposibles acerca de lo que es puro y lo que es impuro, lo que hay que hacer y lo que está prohibido. Rechaza todo lo femenino como una fuerza contaminada, salvaje, impura, como la faceta más maligna y tóxica de la naturaleza. Sacraliza el potencial seminal, demoniza la sangre menstrual. No deja espacio a lila, a la casualidad, a la aleatoriedad, al juego cósmico. Pretende con todas sus reglas sujetar la cualidad entrópica, caótica del universo.

Es necesario ver as prácticas tántricas transgresoras de la mano izquierda del tantra dentro de ese contexto. Son solo la parte más llamativa y más gore de un movimiento filosófico que revolucionó la espiritualidad en India, y una respuesta tan radical como lógica a este esquema. Son solo una metáfora de algo más sutil.

El tantra disuelve la dicotomía de los brahmanes y el yoga clásico, y abre el portal a todas esas fuerzas y posibilidades antes negadas. Crea nuevas relaciones con ellas.

A un nivel más profundo, se trata de una apertura, un paradigma alternativo. Enseña que no sirve rechazar y negar que existen las fuerzas adversas del universo. El mundo está lleno de peligro, de impureza fértil, caprichosa. Lleno de luces y sombras. De claroscuros.

El tantra nos dice que no somos ángeles caídos condenados a subir peldaño a peldaño la escalera espiritual hasta liberarnos de la condena de la reencarnación, tal y como predica el yoga clásico. En el tantra el cuerpo, la vida encarnada, es más que un regalo: es un milagro.

En ese umbral vivimos una vida llena de paradojas. Vivimos inmersos en energías reales, generosas, luminosas, crueles, de enfermedad y derrota, de prosperidad, placer y bienestar. Cada cosa tiene su lugar, y la práctica del yoga desde este ángulo es un aprendizaje continuo: se trata de crear alianzas creativas con las diferentes fuerzas que existen en la naturaleza y en nuestra psique.

Con el tantra, la práctica “espiritual” entra en relación directa con lo material, lo ordinario, la vida cotidiana, el placer y el sufrimiento.

Es una afirmación radical de la vida en todas sus facetas.

Y el reto del yoga es la conversación auspiciosa con todas ellas.

>>> continuará con:


(2 de 3) tantras, puranas y otras galaxias


(3 de 3) tejiendo yoga

La Sakti preguntó: “¿Como te ocultas para revelarte a ti mismo? ¿Cuál es el secreto del universo?”

Y Siva respondió: “El secreto que buscas, amada mía, eres tú.”